miércoles, 17 de octubre de 2012

La Calle Desengaño



Hay ciertos lugares en los que es difícil diferenciar si el nombre conlleva su devenir, o éste depende única y exclusivamente de quienes transitan esos lugares innombrables. La idiosincrasia misma de la zona atrae sinsentidos y gentes dotadas de un presagio que acarrea el lugar por donde sus pies transitan, y dónde se detienen a vivir ese recorrido inescrutable que es la vida.
Y me imagino el juego de si fue antes la gallina o el huevo, y entiendo que en la subconsciencia de quién dotó a una calle cualquiera con un nombre tal, el resto vino dado como si de un presagio inevitable se tratara. ¿Qué fue antes, el nombre o el devenir? No lo sé, y menos para éste lugar concreto que por momentos determinados la he paseado, admirado y denostado a partes iguales; Cierto es que no todos esos momentos han sido los mismos, pero ¿ha sido la calle siempre la misma? ¿O ella misma ha sufrido también una mutación de su Ser con el transito del tiempo?
Lo cierto es que el otro día pasee por la Calle del desengaño. Y no supe deducir lo uno o lo otro, pero si se consagró la idea en mi cabeza que la vida está llena de paradojas. El sentido de mi peregrinación a tal calle fue una celebración, de la dicha de la vida, que en su recorrido tomó tal calle como objeto de desdicha en su conjunto, sin concreciones. Entré pleno y salí desengañado. De pensar que la vida siempre es merecedora de vivirla a pesar de todo, y en su recorrido, el de la calle no el de la vida, me di de bruces con un desengaño mayor que me hizo aferrarme aún más al pensamiento de que el ser humano, en su propio engaño, en su intento de entender el sentido de todo lo que nos rodea, y del por qué estamos aquí, se engaña aún más.
Quizá sería mejor afirmar, que es la propia vida la que actúa de señuelo, o el ser humano el que propone el juego al establecer la nomenclatura vial, el presagio de lo que va a acontecer en un determinado lugar al que la vida nos llevará en un momento dado: bien como viandantes pasajeros, bien para establecer las cadenas que nos atarán a nuestro destino.
Entendí y comprendí al verla, que la calle la atrajo para sí, la sumió en su nomenclatura inevitable, y por mucho que ella hubiese deseado rebelarse y huir, no pudo, porque el poder de la calle ya la atrapó en su recorrido. A sus posibles 65 años, si no más, su rostro solo dejaba entrever la verdad de quién no ha tenido otra posibilidad que lanzarse a pasear por el asfalto olvidado por los dioses, y ofrecer su cuerpo en sacrificio; Y en ese rostro contemplé la tranquilidad y el miedo del que ha sucumbido ante un destino con nombre de calle; en su minifalda arquetípica y en su escote arrugado, lánguido e incipiente descubrí la desesperanza y la desesperación; La miré y en su ojos encontré una afirmación que a ella le hubiese gustado escupirle a la vida a la cara, Desengaño.

2 comentarios:

  1. Jo Toula! se me han puesto los pelos de punta! me gusta lo que escribes porque haces que se muevan cosas dentro de mi... sensaciones, sentimientos...

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