Cuando se incorporó de la cama, posó los pies sobre
un manto de cálida y fina arena; La sorpresa recibida por las plantas de
los pies pasó rapidamente al resto del cuerpo. Miró alrededor y todo lo
que vió era algo ininmaginable la noche anterior, pero por algun
extraño motivo, todo parecía tener sentido, estar dotado de esa
sensación de sentirse tan cerca de casa, a pesar de no recordar en
absoluto ese significado. Caminó lentamente, sintiendo cada grano de
arena entre sus pies, con pausa pero con determinación.
El agua
lamía la orilla y la refrescaba del calor sofocante, y la apremió a
continuar hacia unas palmeras cercanas, solitarias en medio de esa
estepa de arena y agua. En la rama se sostenía un Loro del tamaño de un
gran danés, nunca se imaginó que semejante animal podría existir, pero
no dudó ni un momento y le preguntó sin imutarse, ni pararse a pensar en
lo que estaba haciendo "Perdone, quizá haya visto usted a un chico
vestido a rayas y con un palo larguísimo y un ukelele" El loro la miró,
gorgojeo, y sin prestar atención le contestó "Mala costumbre tenéis de
siempre molestar a los mismos, por supuesto que le he visto, pero ya
estará lejos". Miró alrededor, extrañada. Sólo alcanzaba a ver agua,
arena y cielo. "¿Cómo puede ser? Pensé que me esperaría". El loro notó
la aflicción en su rostro, y la invitó a subir sobre él, sin un atisbo
de simpatía, pues ya estaba acostumbrado a que esas cosas le pasasen.
Alzaron
el vuelo y se fueron alejando de la pequeña isla en medio de ninguna
parte, o quizá era todo lo que existía en ese momento; Sobrevolaron un
cable que pendía sobre el gran océano, y en medio de ese cable un chico
vestido a rayas sujetaba un largo palo perpendicular a su cuerpo y
paralelo al mar, avanzaba caminando con paso lento y concentrado. Le
gritó, intentó llamar su atención, pero el continuó. El loro descendió
en vuelo raso a la vista del chico, que sonrió y saludó; A su espalda
llevaba colgado un ukelele de color madera, curtido por los rayos del
sol. Sin previo aviso, ella se lanzó hacia él saltando del lomo del Gran
Loro, que recobró el vuelo. El chico la miró con cara asustada, ella
sonrió y se sentó en el cable y esperó a que él llegara a su altura.
Cuando él se aproximó le pidió que le tocará su canción, él sonrió, se
sentó y tocó. En ese momento ella volvió a recordar lo que se sentía al
volver a estar en casa.
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